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el vuelo de la mariposa

Quimeras

Todos tenemos derecho a un sueño que dé sentido, aunque sólo sea por un instante, al tiempo que dedicamos a cosas que, frecuentemente y a los ojos de los demás, parecen no tenerlo. Pepe Melero busca la primera de Saputo, Fernando Sanmartín la belleza fugaz que se esconde en un salto de esquí o en una carrera de caballos. Rodolfo Notivol tiene su corazón rojinegro envenenado por una de las historias más hermosas que me han contado en los últimos años y pretende las señas de una sombrerería que quizá sufrió un incendio durante los últimos años del siglo XIX. Raúl Usón sueña con los libros que aún nadie ha escrito y con encontrar el origen de Petarruego. Yo sueño con hacer, como Jaume Plensa, el amigo de Pepe Cerdá, sólo las cosas que he soñado..

Antón Castro nos dijo ayer en la presentación de El sembrador de prodigios que no sabe quién es, ni adónde quiere ir, que sólo tiene unas pocas certezas -los amigos que Zaragoza le ha regalado, su familia, y la palabra-.

Hace cuatro años Daniel Gascón presentaba en la misma sala de la Biblioteca de Aragón La edad del pavo. Recuerdo que llovía y yo era una de las pocas personas de Zaragoza que llevaba paraguas (seguro que era también uno de los pocos días de mi vida que he llevado un paraguas en el momento preciso). Después de la presentación me fui paseando con Antón -un gallego que huye de las reuniones, de las muchedumbres y de los agasajos- hacia Heraldo de Aragón. Entonces me confesó algo que no debe saberse de ninguna manera: estaba muy orgulloso de su hijo Daniel Gascón y que aquel chaval de veinte años ya escribía mejor que él.

Como cada vez que coincido con Javier Torres, José Luis Cano, Ismael Grasa, Mari Burges o Ángel Artal hablamos de libros, de los amigos que no han podido acompañarnos y de historias increíbles que asaltan diariamente nuestras vidas. Dejamos mil asuntos pendientes. Pero esta vez sólo será hasta mañana, miércoles 13 de abril, vísperas del aniversario de la República. Volveremos a encontrarnos en el Palacio de Montemuzo, en la presentación de 1863, el último libro de Miguel Mena

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