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el vuelo de la mariposa

Indiana Jones

Indiana Jones Quizá por su doble vida tan aparentemente contradictoria o por su manera de transitar la estrecha línea que separa el éxito del fracaso, él fue, posiblemente, mi último héroe de ficción. Pero sobre todo me entregaba a sus historias por la pasión que ponía en cuanto hacía. Daba igual que el doctor Jones se encontrara en clase, ante un grupo de alumnos, o en un recóndito lugar del mundo persiguiendo una quimera, una pieza arqueológica de la que apenas se tenía más noticia que las que se relataba en leyendas, en historias transmitidas por tradición oral o en cuadernos de campo de otros investigadores tan locos como el propio Indiana Jones.

Cuando veía una película de Indiana Jones experimentaba, en parte, aquella emoción perdida de los días de mi infancia cuando en la sesión infantil devorábamos las historias de Tarzán, El Zorro, Maciste, Los tres mosqueteros o cualquiera de aquellas películas de espadachines o de romanos que eran, durante toda la semana, el argumento central de nuestros juegos. Acudíamos a cines como el Roxi que canta Serrat, con bancos de madera oliendo a zotal, o como el Fuenclara de las tardes de José Antonio Labordeta en la Zaragoza de Los cuentos de san Cayetano. Nos metíamos tan dentro de la historia que aplaudíamos al protagonista, insultábamos al malo, animábamos al caballo del heroe que tenía que llegar a tiempo para salvar a la chica.

En el caso de Indiana, me atraía la entrega auténtica de este arqueólogo -hasta poner en riesgo su propia vida- a causas que consideraba justas. Le pasaban tantas cosas en una película, que salíamos de la historia agotados por la intensidad de la acción, magullados -como él-, enamorados y purificados.

2 comentarios

RICK -

Yo era coetáneo del doctor Jones, lo sé porque salen nazis en sus películas, y me alegro, aunque nunca pasó por mi café. Si pasó, en cambio, un tal Laszlo y su mujer.
Ah.. que tiempos cuando derrotabamos a los nazis

Una -

Y ahora te aplaudo yo, PLAS, PLAS, PLAS, PLAS