Desde el fondo de todos sus naufragios
Hay cosas que no podré hacer. He perdido la inocencia de los lugares, de las luces y, sobre todo, de las palabras. Por eso, aunque no he querido deshacerme de ellas, no he vuelto a leer sus cartas.
- Me gustaría hablar contigo me dijo-. Por todo lo que hemos hablado, por lo que nunca nos dijimos.
Cometí el error de aceptar aquel encuentro. En los últimos años me he especializado en equivocaciones. Cada vez que hay una mínima posibilidad, yo me equivoco siempre.
Cuando ella apareció, por fin, en el café que había sido escenario de nuestras conversaciones, de nuestros descubrimientos y de nuestro querer estar, yo había tomado tres cervezas que me supieron especialmente amargas y que se me hicieron muy largas. Llegó, como siempre, tarde. Estos retrasos formaban parte de su vida, de su manera de entender el mundo. Ella no les daba ninguna importancia. Yo no aprendí a esperarla como tampoco supe quererla. Intentamos sonreír. Acercó sus labios y apenas me rozó cuando dejó en mi cara un beso. Pero su perfume invadió inmediatamente mi cerebro. La serenidad que había intentado reunir mientras esperaba se disipó sin remedio y me sentí doblemente vulnerable. Hubiera hecho lo que me hubiera pedido.
Ella me miraba desde el fondo de todos sus naufragios. Intentamos decir algo después de ¿qué tal estás? Y no se nos ocurrió nada
- Me gustaría hablar contigo me dijo-. Por todo lo que hemos hablado, por lo que nunca nos dijimos.
Cometí el error de aceptar aquel encuentro. En los últimos años me he especializado en equivocaciones. Cada vez que hay una mínima posibilidad, yo me equivoco siempre.
Cuando ella apareció, por fin, en el café que había sido escenario de nuestras conversaciones, de nuestros descubrimientos y de nuestro querer estar, yo había tomado tres cervezas que me supieron especialmente amargas y que se me hicieron muy largas. Llegó, como siempre, tarde. Estos retrasos formaban parte de su vida, de su manera de entender el mundo. Ella no les daba ninguna importancia. Yo no aprendí a esperarla como tampoco supe quererla. Intentamos sonreír. Acercó sus labios y apenas me rozó cuando dejó en mi cara un beso. Pero su perfume invadió inmediatamente mi cerebro. La serenidad que había intentado reunir mientras esperaba se disipó sin remedio y me sentí doblemente vulnerable. Hubiera hecho lo que me hubiera pedido.
Ella me miraba desde el fondo de todos sus naufragios. Intentamos decir algo después de ¿qué tal estás? Y no se nos ocurrió nada
5 comentarios
ERIKA...AKIRE -
¿ASCASO LAS PALABRAS NO FORMAN PARTE DE ELLA?.
víctor -
Hay palabras incendiarias, palabras que acarician y consuelan, palabras que matan. Palabras que son siempre más que palabras, auqnue no nos pertenezcan, aunque a veces duerman en los labios de cualquiera.
luky -
Raquel -
Antonio -