Blogia
el vuelo de la mariposa

Como una madre más

Como una madre más, voy casi todas las tardes a recoger a mis hijos a la escuela. Me gusta ver cómo los niños, al traspasar la puerta de la escuela sonríen, gritan, se emocionan al ver a sus abuelos, besan a sus hermanos pequeños, corren, tiran las carteras al suelo porque saben que han recuperado otra vez la vida -y la libertad- que para muchos se queda en suspenso en cuanto se adentran en el territorio escolar, un lugar en el que se está permanentemente vigilado.

Si alguna vez Blanca o Guillermo salen tarde, me preocupo enseguida: ¿se habrán accidentado? ¿estarán bien? ¿qué harán sin mí, cuando deberían estar conmigo? Y miro una y otra vez la puerta por la que han de aparecer, sin atender a otras madres y a otros niños que, a veces, me saludan y que se van ya camino de casa. Y cuando, por fin, Guillermo o Blanca salen y me explican que la maestra les ha castigado por hablar, o que habían perdido la bata, o que no encontraban la cartera, o que han acompañado a un amigo a buscar un pelota perdida, o que era el cumpleaños de un compañero que estaba repartiendo chucherías, me digo: "Todo está bien. Un día más".

Quizá porque casi todas las tardes voy, como una madre más, a recoger a mis hijos a la escuela, imagino el dolor de las madres que esperaban que sus hijos salieran de la escuela número uno de Beslán. Y siento en mi propio corazón la locura del terror al ver correr niños desnudos, ensangrentados, y la angustia de buscar en cada uno de esos rostros el rostro demacrado de sus hijos.

0 comentarios